By Alden Hinden Stevenson, Freelance Reporter, Julian White-Davis, Photo Editor, and Calder Stenn, Editor-in-Chief
Es domingo por la mañana en Snapdragon, una panadería pequeña en las afueras del pueblo Vashon. Estamos caminando afuera del estacionamiento con Harris Levinson, un maestro previo en la escuela secundaria de Vashon quien se convirtió un miembro inapreciable de la comunidad por muchos años.
Al prepararnos a salir, un hombre desconocido nos acerca.
“¿Eres el maestro de español en la escuela secundaria?” él dijo.
Levinson se para, siempre feliz de participar en una conversación genuina. Explica al hombre que ya no es una parte del colegio aquí en Vashon pero se ha mudado para enseñar en Tacoma.
El hombre sigue explicar que Levinson había enseñado a su hijo por muchos años y había sido tan inspirado que decidió perseguir estudios en Latinoamérica y explorar una propria experiencia suya.
Las conecciones entre los estudiantes y los maestros como éstas son una parte de los características tan únicas de nuestra escuela al contrario de las otras. Otro aspecto único de la escuela es la vibra chevre que se incorporan muchos profesores en la comunidad pequeña de Vashon.
Levinson personificó esta vibra. Algunas personas diríamos que era poco ortodoxo en sus métodos de enseñar pero esto es el resultado de una persona quien tiene la habilidad a traducir el verdadero Vashon en el salón de clase.
Caos organizado es la manera mejor para descubrirlo. Un estudiante nunca fue en la clase sólo para aprender pero también para se divierte mientras de aprender. La clase nunca fue alimentada por ganar la norma alta a menos que esta norma fuera definida por la cantidad de energía que se ejerció. De hecho, a menudo confesaría lo poco que creía en los grados, a veces diciendo la actitud de una persona y el carácter general es lo que en última instancia soportaría la prueba del tiempo.
A veces empezaríamos la clase con partidos de baloncesto en el mini aro icónico — una tradición que desde entonces ha pasado a señor Callendar — o por jugar fútbol. Levinson incluso se uniría de vez en cuando.
La energía de Levinson fue un ingrediente poderoso en su enseñanza. En el segundo semestre del año pasado, un colega previo de nosotros nos trajo café para aumentar la energía de la clase. Este acto pequeño encerró cómo la clase tenía un compromiso subyacente por la comunidad que habíamos formado y también por Levinson.
En el mundo académico de hoy, mucho está todavía concentrado alrededor de normas particulares que deben soportar los maestros y a su vez arraigan en las cabezas de sus estudiantes. A menudo el aprendizaje se ve como esta estructura concreta de libros de texto, lecciones, tarjetas de flash y exámenes.
Levinson hizo lo máximo a evitar esto lo más tanto posible. Vio cada clase como una familia — una unidad coherente que fue alimentada por la amistad y la confianza.
En otras palabras, fue las interacciones que tenían la más importancia. Unas veces Levinson no era nuestro maestro; era uno de nosotros. Había muchas ocasiones cuando perdería la noción del tiempo porque era tan comprometido que él convertiría en cada lección.
Y no simplemente enseñaba lecciones de sus propio sujeto, pero también nos las quedó con piezas de consejo sobre la vida.
Por ejemplo, un día en noviembre de 2015, la clase reunió en un círculo cuando él empezó un podcast, simplemente por introducirlo como información que lo debemos ser consciente. Mientras escuchábamos, cuentos sobre asesinatos de pandillas, niñas violadas en sus hogares y corrupción del ejército fueron puestos enfrente de nosotros.
La clase miró arriba a donde se sentó Levinson, sedentario en su silla mientras escuchar. En la luz de la mañana desde la ventana, vimos lágrimas deslizando por sus mejillas. Él paró el podcast en el medio, solemnemente agitando su cabeza. La clase no se movió — todos miramos a Levinson donde estaba de pie enfrente de nosotros.
Él empezó a describir cómo es fácil a esconderse de los atrocidades del mundo, pero cómo necesitamos afrontarlos y no huir de ellos. Solo por ser consciente de los dificultades podemos inspirarnos a nosotros mismos para hacer una diferencia.
Estos momentos de la educación mundana verdaderamente nos iluminaron y nos trajeron otra dimensión a un ambiente de una aula típica.
Una de las grandes cosas de aprender español –– o cualquier idioma –- es que no tenga que enfocarse solamente en una área temática como la historia, la economía, o el gobierno y los políticos. Por todos los años en español II, III, y IV, nos hemos encontrado sumergidos en muchos aspectos diferentes de una variedad de áreas temáticas, no aprender solamente español tanto como aprender a través de él.
Por supuesto, esto es intentado en muchas clases de español, pero la energía consistente, variedad de tácticas de enseñanza y nuevas ideas que trajo Levinson a la aula hicieron atmósfera la más disfrutable de la escuela.
Una de las últimas cosas que Levinson dijo a nuestra clase en el fín del año escolar 2016-17 fue que recordemos estos tiempos en nuestras vidas y que nos quedemos en contacto para mantener estas relaciones.
Nos reunimos con él recientemente para compartir cuentos de nuestras aventuras recientes en Latinoamérica y para mantener una relación que considerábamos importante para a él como a nosotros.
Mientras que nos separamos con él, y mientras que él se separa con la escuela, estaba claro que la legacía que estableció aquí sobrevivirá por los tantos años en el porvenir.